El 4 de diciembre de 1918, un devastador terremoto magnitud 8.2 azotó la ciudad de Copiapó dejando un rastro de destrucción y marcando un episodio oscuro en la historia sísmica del país.

El evento telúrico, cuyo epicentro se situó en las cercanías de la ciudad, se caracterizó por su intensidad y duración, generando pánico entre los residentes y provocando importantes daños estructurales.

El sismo, que tuvo una duración estimada de más de dos minutos, desencadenó una serie de colapsos en edificaciones, dejando calles cubiertas de escombros y dificultando las tareas de rescate. La población local se vio sumida en el caos, con numerosas personas buscando refugio en espacios abiertos para evitar posibles réplicas. Las autoridades locales, junto con la ayuda de voluntarios, se movilizaron rápidamente para atender a los heridos y proporcionar apoyo a los damnificados.

Tras el terremoto, Copiapó enfrentó un arduo proceso de reconstrucción. La infraestructura urbana sufrió daños significativos, y la economía local se vio afectada por la interrupción de actividades comerciales y productivas.

El terremoto de 1918 sigue siendo recordado como un hito crucial en la historia de Copiapó y ha dejado una huella indeleble en la conciencia colectiva de sus habitantes.